​Sonic Mania o el triunfo de la nostalgia

El pasado 15 de Agosto (29 de Agosto en PC) llegó a las principales stores de videojuegos el nuevo Sonic Mania. Un juego que vuelve a los orígenes del azul erizo, un regreso al 2D y a la velocidad que hicieron que sus juegos fueran disfrutados por la mayor parte del mundo civilizado a principios de los 90.

Con la llegada del 3D, la saga Sonic no supo adaptarse del todo y tuvo una vida de altibajos, que tendrán su culminación en el próximo Sonic Forces, que debería ver la luz a finales de 2017. Además de este último Forces, hemos visto juegos como Sonic Colors, Sonic Generations, Sonic Lost World, Sonic Boom o Sonic Rush, ninguno con el éxito de los clásicos Sonic, Sonic 2 y Sonic & Knuckles. Sonic Mania, como hemos dicho, vuelve a los orígenes y los recupera, adaptándose a los nuevos tiempos pero sin perder esa esencia, llevándose un nada desdeñable 9 en las notas de usuarios en Metacritic para su versión Switch. Y por el módico precio de 20 euros.



Pero, ¿cuál es esa esencia que hizo grande a un juego? ¿Cómo detectamos la esencia de un clásico y la recuperamos sin equivocarnos al hacerlo? Una de los acercamientos más habituales es caer en el remake puro y duro, adaptando los gráficos a los nuevos tiempos y ya está. Tal movimiento puede tener cierto éxito, como han sido el caso de las reediciones de las aventuras gráficas de la tristemente difunta LucasArts como Grim Fandango, The Day of the Tentacle o Monkey Island, pero sin duda no se trata de un nuevo juego como es el caso del que tratamos, Sonic Mania. ¿Cómo podemos hacer una secuela o una reedición de un juego sin caer en el homenaje blando, en el fan-service o en la copia barata?

Veamos un ejemplo con Shovel Knight. Shovel Knight fue un juego nacido de Kickstarter, donde fue capaz de reunir más de 300000 dólares y que según la crítica y de forma casi unánime logró ablandar ese trocito de corazón que tiene que ver con la nostalgia.



Shovel Knight está inspirado por Megaman, y podría haber acabado siendo una reedición del mismo con otro personaje (como hay tantos) pero en lugar de disparar bolas, permite atacar desde arriba con una pala como hacía Duck Tales, lanzar picos como en Castlevania se lanzaban hachas, tiene una pantalla de selección de niveles como Mario bros y usa un ataque similar al de Ninja Gaiden. Es decir, no es una copia de ningún tipo en concreto sino que nos trae recuerdos de una gran cantidad de juegos del catálogo de NES. Nos recuerda cosas, cosas positivas, dándonos pinceladas de la nebulosa que en nuestro cerebro es 30 años después un juego de aquella caja gris de la Gran N.

A la vez, tiene especial cuidado en adaptarse a los nuevos tiempos. Coge todas las cosas buenas que tenían aquellos juegos y elimina las partes que no gustaban pero que no recordamos: los largos grindeos, los mapas pequeños o las partidas sin poder salvar. Es decir, no copia literalmente un juego tal y como era con su parte buena y su parte mala, sino que coge lo bueno de muchos juegos y elimina lo malo que tenían esos mismos juegos y que hemos olvidado. Y a eso, claro, le añade nuevas ideas, como darle peso a la historia o aumentar la paleta de colores.



Eso mismo es lo que consigue Sonic Mania, llegando a ser la secuela que Sonic & Knuckles merecía la friolera de 23 años después. ¿Vas a dejarlo pasar?

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