Final Fantasy VII y la disonancia de la memoria

En Marzo de 2020 llega a las estanterías (qué frase más antigua, ¿no?) el primer episodio del remake de Final Fantasy VII, por muchos considerado uno de los mejores juegos de la historia. Para muchos, un error volver a tocar algo que ya estaba bien. Para otros, una gran noticia que les devolverá a Midgard, a trabajar con S.O.L.D.A.D.O y a invocar a Ifrit. Y para otros tantos, un riesgo gigantesco puesto que la posibilidad de que el público acabe decepcionado es muy alta.

¿Por qué? Pues bien, este es el asunto que queremos tratar hoy. Hay un problema con la nostalgia y es que tendemos a idealizar y a montarnos en nuestra cabeza una imagen de algo que experimentamos en el pasado y que fue muy satisfactorio para nosotros que no es la real. En nuestra cabeza, el recuerdo es inmejorable, todo ocurrió de la mejor manera posible y nos evoca a un tiempo en el que, posiblemente, vivíamos más felices o despreocupados. En nuestra cabeza, todo estaba bien y era genial.

Con el tiempo, alguien decide recuperar tal recuerdo. Ya sea reemitiéndolo, haciendo una nueva versión o sacando una segunda parte. Un ejemplo: Humor Amarillo. Para los de la generación Z, Humor Amarillo era un programa que emitía Tele 5 a principios de los 90 en el que grupos de japoneses tenían que superar varias pruebas hasta llegar al castillo de Takeshi Kitano. Las pruebas intentaban provocar situaciones humorísticas y ridículas, y la traducción española se encargó de adaptarlo al lenguaje patrio: las zamburguesas, el laberinto del chinotauro o el Chino Kudeiro, se convirtieron en cultura popular. En 2006, la cadena Cuatro, intentando aprovechar el recuerdo que tenía la población del programa, lo recuperó y lo volvió a emitir a la misma hora. Pues bien, Humor Amarillo no lo vio nadie, no le hizo gracia a nadie e incluso se le acusó de ser un programa racista.

Otro ejemplo. Para toda una generación, Luke Skywalker era un héroe sin igual. Con posterioridad a El Retorno del Jedi, los fans habían tenido la posibilidad de leer multitud de libros en los que Luke era una suerte de semidios, capaz de hacer casi lo que le viniera en gana y enfrentarse a quien hiciera falta para salvar la galaxia. Con la compra de Lucasfilm por parte de Disney, una de las primeras decisiones fue «anular» todo ese Universo Expandido de libros para poder tener un libreto en blanco del que partir.

Aparece el Episodio VII de Star Wars, «El Despertar de la Fuerza» y Luke solamente sale al final, casi como un cliffhanger, dejando toda su aparición para el Episodio VIII. Dos años después, los fans se habían montado su propia película: Luke tenía que volver para salvar la Galaxia de la Primera Orden, con su sable verde ondeando como el rayo, demostrando sus superiores poderes ante dos mantas como el Líder Supremo Snoke y Kylo Ren. Y la realidad fue que en el Episodio VIII Luke es una persona depresiva, exiliada en un planeta lejano y escondido de todo y de todos, incluyendo de la Fuerza, embargado por la vergüenza de no haber podido entrenar a su sobrino como Jedi y fracasado tras haberlo visto convertirse en un servidor del Lado Oscuro. El Luke heroico, el Luke mítico del Universo Expandido no existía. Y pese a que (en mi opinión) este Luke tiene mucho más sentido que el otro, la división entre la fanbase apareció como una presa quebrando y, a fecha de hoy en vísperas del Episodio IX, continúa más viva que nunca.

¿Qué es lo que causa esto? Como hemos dicho, la distorsión de los recuerdos, en los que nos montamos nuestro propio recuerdo, según nos interese a nosotros. Eliminamos partes negativas y traemos solo las positivas. E incluso las moldeamos a nuestro gusto, de manera que cada persona tiene un recuerdo diferente de algo que debería ser igual. Y he ahí el problema: cuando todo el mundo espera algo completamente diferente al de al lado, es casi imposible contentarlos a todos.

Veamos un ejemplo gráfico (por llamarlo de alguna manera) en relación a Final Fantasy VII: Midgar. Todo el mundo que haya jugado a Final Fantasy tiene presente Midgar: la sede de Shinra, el Mako reluciente, la iglesia de Aeris… Todos deberíamos tener el mismo recuerdo, ¿no? Pues hemos hecho un ejercicio: he dibujado a boli Midgar sin mirar una foto, y lo he comparado con la imagen del videojuego. Vamos a ver las diferencias, empezando por pedir disculpas sinceras al gremio de dibujantes del mundo por tamaña afrenta.

Pese a las sorprendentes similitudes que podrían hacer a cualquier experto en arte pensar que lo he copiado o que el propio diseñador de Final Fantasy VII ha hecho el dibujo, podemos ver diferencias. Por ejemplo, el Midgar original tiene más barrios. Las torres de Mako son más grandes. Los edificios en cada barrio son más bajos, hay más humo, hay más tuberías y la zona del edificio Shinra es mucho mayor. En el dibujo las torres de Mako tienen ¿armas? al igual que el edificio Shinra, que originalmente termina verticalmente.

Pues bien, si con algo tan poco subjetivo como es el aspecto visual de un elemento de un videojuego tenemos tales diferencias, ¿qué no nos vamos a encontrar con cosas subjetivas como la experiencia de juego, lo que sentimos con la (ya no es un spoiler, eh, que hace 24 años ya amigos) muerte de Aeris o con lo cansino que era, que lo era mucho, el casino Gold Saucer? Ese es el reto que tienen los actuales desarrolladores de Final Fantasy VII y que, salvo que hayan hecho un trabajo de 10, les va a costar enormemente conseguir. De hecho, considero que del resultado de este remake va a depender que nos encontremos con una oleada de remakes de juegos legendarios (hasta ahora solo se han atrevido con juegos de buen recuerdo pero que no están en el Olimpo, como Spyro o Crash) o que se quede ahí y nadie se atreva a intentarlo con, válgame el alma, Ocarina of Time.

¿Y tú, qué esperas de Final Fantasy? ¿Te ha ocurrido alguna vez decepcionarte por algo que recordabas de una manera y luego no fue? ¿Por qué no nos envías tu propio dibujo de Midgar (sin mirar!) al Facebook?

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